HISTORIA ACERCA DE LA PACIENCIA
Aquí
os dejamos una historia, sobre cómo a veces nos agitamos, preocupamos,
enfadamos y como nuestra mente se perturba y llena de "fango", que son
los pensamientos negativos o las emociones como la ira, rencor,
angustia... y cómo si no nos aferramos o enganchamos a esas emociones o
pensamientos y dejamos que pasen, logramos controlarlos trayendo la
calma y el equilibrio a nuestra mente, a nuestra vida; si practicamos con
paciencia y con compasión hacia nosotr@s mism@s y hacia l@s demás.
Buda y sus discípulos decidieron emprender un viaje durante el que atravesarían diversos territorios y ciudades. Un día en el que el sol brillaba con todo su esplendor, divisaron a los lejos un lago y se detuvieron, asediados por la sed. Al llegar, Buda se dirigió a su discípulo más joven e impaciente:
Buda y sus discípulos decidieron emprender un viaje durante el que atravesarían diversos territorios y ciudades. Un día en el que el sol brillaba con todo su esplendor, divisaron a los lejos un lago y se detuvieron, asediados por la sed. Al llegar, Buda se dirigió a su discípulo más joven e impaciente:
-Tengo sed. ¿Puedes traerme un poco de agua de ese lago?
El discípulo
fue hasta el lago, pero cuando llegó observó
que un carro de bueyes comenzaba a atravesarlo y el agua, poco a poco, se
volvía turbia. Tras esta situación, el discípulo pensó «No puedo darle
al maestro esta agua fangosa para beber». Por lo que regresó y le dijo a Buda:
-El agua está muy fangosa. No creo
que podamos beberla.
Pasado un
tiempo, aproximadamente media hora, Buda
volvió a pedir al discípulo que fuera hasta el lago y le trajera un poco de
agua para beber. El discípulo así lo hizo. Sin embargo, el agua seguía
sucia. Regresó y con un tono concluyente informó a Buda de la situación:
-El agua de ese lago no se puede beber, será mejor que caminemos hasta el
pueblo para que
sus habitantes nos den de beber.
Buda no le
respondió, pero tampoco realizó ningún movimiento. Permaneció allí. Al cabo de un tiempo, le pidió al mismo
discípulo que regresara al lago y le trajera agua. Este,
como no quería desafiar a su maestro, fue hasta el lago; eso sí, tenía una
actitud furiosa, ya que no comprendía porqué tenía que volver, si el agua
estaba fangosa y no se podía beber.
Al llegar, observó que el agua para cambiado su apariencia, tenía buen
aspecto y se veía cristalina. Así, recogió un poco y se la llevó a Buda. Este miró el agua y le dijo a
su discípulo:
-¿Qué has
hecho para limpiar el agua?
El discípulo
no entendía la pregunta, él no había
hecho nada, era evidente. Entonces, Buda lo miró y le explicó:
-Esperas y
la dejas ser. De esta manera, el barro se asienta por sí solo y tienes agua
limpia. ¡Tu mente también es así!
Cuando se perturba, solo tienes que dejarla estar. Dale un poco de tiempo.
No seas impaciente. Todo lo contrario, sé paciente. Encontrará el equilibrio
por sí misma. No tienes que hacer ningún esfuerzo para calmarla. Todo pasará si
no te aferras.
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